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Levantar la palabra como un juguete abandonado y darle cuerda. Que en el silencio produzca ese desconcierto que provocan las aves cuando cantan en la noche. Colgarse de una retórica infalible, viva, como un pulmón alado; humilde, pero contundente.
Palabra nocturna permanente. Que camine entre los escombros de nuestra ciudad sometida. Y traiga esperanza… En el verbo, una acción contenida, posible; que la renovación, que la revolución se incuba en el pensamiento, no en el hastío, ni en las armas.
El ser humano. Ese animal condenado eternamente por la razón, ese animal con capacidades diferentes, que se deja alienar por su propia naturaleza, que la presume, pero no la engendra. Hace falta un espejo en este salón de vanidad, hace falta una evolución introspectiva.
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