Tal vez es relativo a ser condicionadamente humanos. De pronto la vida nos embiste con fuerzas huracanadas; de pronto la lógica no es suficiente y todo lo que razonamos se torna cuestionable. Aunado a ello, el mundo, saturado de contradicciones como siempre, como debe, impone condiciones que no son proporcionales a nuestras expectativas.
Y éste es el juego; saber esquivar, saber transar, competir y ceder. Aprender a hacerlo nos da recompensas eternas. La dignidad y los valores no se ponen en riesgo si lo hacemos apropiadamente.
Me dirijo a la siguiente cuestión: todo es absolutamente difícil… sanar… construir, cimentar sólidamente. Y los traspiés son infinitos. Es difícil porque a veces los errores no son trascendentales, pero mal encarados pueden ser determinantes. El punto nodal está en saber más de lo que a veces creemos saber: perdonar, comprender, hacer bien por ti y por mí.
Y he aquí un aforismo: “la derrota la determina uno mismo, no habrá para ella más condición que la que aquel le imponga” y deseo con ansias que todos concluyamos ésta vida ganándola.
Dedico esta reflexión a la amistad verdadera; verdadera porque tal vez no es perfecta, tal vez esté plagada por momentos de conflicto, de incomprensión, pero lo que la hace real es el compromiso y las ganas; luchar por ella porque tiene movimiento, amor, sustancia. Le aplaudo porque, teniéndola, somos capaces de depredarla, pero con disposición y un poco de coraje, podemos domesticarla juntos. Me aplaudo a mí (no siempre) por haber tenido esos elementos para aceptar mis errores. Te agradezco a ti por saber perdonarlos, y querer, pues por lo poco que sé de ti, eso no siempre te parece el camino.
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