Concentrado como sensaciones
abdominales, se va deteniendo el tiempo. No el tiempo superficial, no el
continuo; el que resume la vitalidad, el sueño, la apariencia del camino. Todo
concentrado en el centro, coronando de vértigo. Y colisionados todos los
momentos, trato de buscar el último recuerdo que no está teñido de
estupefacción.
Estoy buscando describir ese amasijo
de miedos, de parálisis… recuerdo un día hace años, que salí al balcón con la
ira atravesada en la garganta y arrojé un significado, y lo perdí lejos, muy
lejos. Y el recuerdo siguiente es verme tirada a un costado de la cama,
arrepentida como nunca, porque nunca antes había sido tan tarde.
Este cúmulo de silencio sonámbulo
que se remueve terrible adentro, se fragmenta y reconstruye con las intenciones
de una marea; es un infinito insoportable y cáustico que finge estallar. Pero todo
es niebla. Permanece.
Ahora recuerdo el insomnio, ese
mensaje que traté de hacerme tangible. Y la incompetencia que me llevó a ese
periodo de alcoholismo y promiscuidad, las ganas de matar ese abismo. Ninguna
expresión he acabado, me retraigo inconclusa en favor de esa respuesta que no
puedo emitir.
Vivo al amparo de esa sombra inerte
y circunstancial, fingiendo perfectamente mi fortaleza, ocultando perfectamente
los pedazos vitrados en que se ha convertido mi centro. Describiendo la
solemnidad, el rechazo, la ansiedad, la parálisis, el destiempo, la omisión.
Buscando infructuosamente la descripción correcta de aquel tropiezo que fue,
por primera vez, no entender.
Pero el flujo que busco no
está en el verbo, ni en el camino. No en la locura. Debe ser el vacío.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario