viernes, 2 de octubre de 2009

Convocando a la justicia: 2 de Octubre no se olvida.

Conozco mucha gente harta de las manifestaciones, y de algún modo no los culpo, el tráfico cotidiano es ya un enorme peso como para estar coronado con impedimentos aleatorios. Sin embargo, cada vez que oigo un berrinche en contra de quien lucha por lo que le corresponde, siento como si me enterraran un palillo en el oído. Y mis razones tengo para no ser tan tolerante con estas opiniones, creo que la gente se molesta porque no tiene la sensibilidad para ser un poco solidaria. Porque quien se queja demasiado de las manifestaciones es indiferente a que los abusos sean perpetrados impunemente, o en el peor de los casos, está de acuerdo con tales abusos. Por supuesto que no generalizo, sé que hay gente que tenía una urgencia o que pudo perder su trabajo por llegar tarde, y también estoy consciente de que sí hay manifestaciones con “línea”; a lo que me opongo es a meter todas las demandas sociales en el mismo saco de inutilidad, a prejuiciar a los demás por carecer de conciencia social. Lo urbano o la “modernidad” nos han vuelto demasiado egoístas.

Hoy la ciudad se detuvo para recordar el 2 de octubre, y en los noticieros sólo escuché detracciones. No seré tan inocente para creer que todos los contingentes son bien intencionados, pues hay grupos a los que les gusta hacer ruido, pero en la sombra hacen los tratos más cínicos que se hayan visto jamás. Es verdad, la Marcha Anual del 2 de octubre está llena de hipócritas, pero también hay gente sincera. Por ese espíritu persistente no debemos demeritar la verdadera inspiración de su protesta: bien se dice NI PERDÓN, NI OLVIDO, porque, ese “estorbo de marcha” como le llaman, grita que no olvidamos el asesinato de los padres de los amigos que nunca tendremos, que no perdonamos la muerte del que pudo ser el ingeniero que compusiera el mediocre sistema de aguas que hoy en día nos tiene en vilo; no perdonamos como nos quitaron al posible profesor que nos hubiera cambiado la forma de ver el mundo. Asesinaron un poco más que hermanos e hijos. ¿Y porqué? Porque Díaz Ordaz tenía prisa por mostrar un México sin problemas en las Olimpiadas.

A México le costó demasiada sangre, demasiada vida, demasiado amor: creo que podemos prescindir una tarde de Reforma y Eje central.

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